¡Hola compis de lectura! Continuamos octubre con la reseña de La Franja de Vida de Gonzalo Gobert, editado por Editorial Círculo Rojo (aquí). Un libro con toques muy cinematográficos, y que no me importaría, de hecho, ver en la gran pantalla. Una cosita sublime del género ciencia ficción.



¿Por qué decidí leer 'La Franja de Vida'? Por la sinopsis,sin duda. Cuando tengo una contraportada que me habla de catástrofes naturales, la supervivencia de la humanidad y personajes peculiares, todo englobado bajo el rótulo 'ciencia ficción', me lanzo de cabeza.

¿Cómo es la lectura de 'La Franja de Vida'? Es una novela de esas que nos gustan a los amantes del género. Además, apoyo a Manuel Toharia, prologista, en calificarla de ciencia ficción exigente, ya que nos narra hechos futuros improbables, pero no imposibles. Este libro nos cuenta una serie de desencadenantes naturales que colocan a la Tierra en el fin de sus días. Partiendo la narración del pueblo ficticio de Airún, algunos personajes comienzan a plantearse interrogantes y a predecir futuros en contra de las teorías gubernamentales. Pero, ¿a quién debemos creer? Compuesto por una primera parte para desvelar el misterio, una segunda parte para apostar por él y una última donde este misterio acaba superando todos los interrogantes, La Franja de Vida se presenta como una original idea sobre el devenir de nuestro planeta. 

El libro comienza con un singular terremoto en el pueblo de Airun que deja a sus habitantes en ruinas. Aquí encontraremos las primeras señales de esperanza, sacrificio, impotencia, frustración y designios naturales, que nos acompañarán después en toda la lectura. A partir de este momento, nos vemos involucrados en algunas teorías sobre lo ocurrido, que a pesar del tecnicismo que requieren, Gonzalo ha sabido exponerlas de manera didáctica y escueta, sin abrumar al lector. De hecho, a pesar de ser una obra con pocos diálogos, el eterno intrigante convierte el libro en una lectura veloz.

Aunque todo comienza en este pueblecito, el argumento se desarrolla fuera de él, pues pronto nuestros protagonistas deben partir para enfrentarse a una dura travesía a contrarreloj. Y aquí me detengo para avisar de que es un libro duro, sin edulcorantes. Ésta es una historia de superación entre seres humanos, y ya sabéis que cuando el ser humano está al límite, puede hacer grandes cosas, pero también realiza las peores. En La Franja de Vida encontramos de ambos palos. Personalmente, me hubiese gustado que algunas cosas fueran diferentes o más light, pero Gonzalo es fiel a la realidad futura, o incluso presente, de nuestro mundo y de nuestra especie. Por tanto, Manuel tiene razón como prologista, pues aunque el libro es improbable, no es imposible. No es imposible sobre todo por cómo reaccionaría la humanidad y cómo un Planeta que expira sus últimos días, seguiría implacable en su obra.

El título es la clave de todo, y soy fan de encontrar claves en los títulos. La trama requiere muchos hilos cruzados y documentados. La idea es brillante y la forma de conjugarla encaja milimétricamente, como si del movimiento de rotación y traslación terrestre se tratase (por favor, leed el libro para pillar esta indirecta). Estoy segura de que ha requerido tiempo y estudio acerca de nuestro Planeta, su papel en el espacio y las repercusiones que cada mínimo cambio podría tener en él.

El final deja la puerta abierta (quizás a una segunda parte) y a la vez cerrada, teniendo en cuenta que todo él es el relato de uno de los protagonistas: su testimonio. Las sensaciones que nos quedan son agridulces, y echamos de menos lo perdido por el camino, pero también exaltamos la vida. Y es que al fin y al cabo, somos la franja de vida, ¿no?

¿Volverías a leer algo de Gonzalo Gobert? Pues sí, la verdad. No sé las intenciones del autor de realizar o no una segunda parte, y tampoco sé si a mí me gustaría descubrir qué pasos daría la humanidad tras el desenlace, pero de cualquier manera, aquí tiene una nueva lectora que ha quedado muy satisfecha con sus letras.

Curiosidad: Gonzalo Gobert es el tataranieto del pintor impresionista Paul Cezanne. Como veis, hay familias que continúan haciendo arte a lo largo del tiempo.

¡Gracias por estar aquí!